[Entrada dedicada a una persona que está alargando indeterminadamente un fin de etapa... todos sabemos quién es]
Hay mucha gente que odia las despedidas. Tal vez porque en ellas salen emociones y afloran sentimientos que nos cuesta mostrar a los demás.
Además, en cada despedida nos fijamos sobre todo en ese componente que odiamos: estamos dejando atrás algo... cuando en realidad lo que hacemos es cerrar una etapa, completándola dentro y fuera de nosotros.
Pondré un ejemplo: Una mochila
Durante cada etapa de nuestra vida llevamos una mochila con nosotros. En nuestra mochila vamos metiendo vivencias, experiencias y recuerdos. Pero llega un momento en el que debemos partir a otro lado, hay que irse a otro lugar, hay que comenzar algo nuevo... ley de vida amigos. Pero, ¿y que hacemos con nuestra mochila?
A veces pensamos que la despedida es el momento en el que dejamos nuestra mochila atrás. Ya no entrará nada nuevo en ella; ya no sirve, la dejamos allí de donde partimos hasta que la propia mochila se convierte en recuerdo.
Para mí, la despedida es el momento en el que se cierra la mochila. La etapa ha finalizado, ya no entrará nada nuevo... sin embargo esa mochila será parte de mi equipaje en mi próxima etapa. La mochila no queda atrás, va conmigo... forma parte de lo que soy.
La despedida es precisamente ese importante momento en el que cerramos todas las cremalleras y todo queda atado, nos ajustamos las correas y se dice aquello que ya no tendrá mas momentos para ser dicho.
Salir por la puerta de atrás, irnos sin despedirnos, hace que nos llevemos nuestra mochila abierta. Muchas cosas se caerán de ella, de verdad, no merece la pena.
Cierra bien tus mochilas. Aprende a cerrar etapas y el pasado nunca será una carga.
LEÓN CONFIADO
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