De un chico perdido a un náufrago encontrado.
Un carpintero siempre trabaja la madera en su taller, la cuida y la mima mientras la da forma a su gusto, o simplemente se deja llevar y va formando lo que la propia madera le pide.
El taller tiene su propia luz, bastante tenue, pero el carpintero conoce bien su taller, donde están todas las herramientas, todas las mesas y sus sargentos.
Cada herramienta tiene su función, el martillo es el encargado de golpear, la punta la encargada de unir, el escoplo se ocupa de dar forma y la lima… pues que puedo decir del maravilloso trabajo de la lima, de cómo, bajo manos expertas, es capaz de tornar la más basta superficie en suave música para las yemas de tus dedos…
Pero al fin y al cabo lo que el carpintero busca es concluir una buena pieza, con su bella línea, suaves acabados, aspecto ligero y un tacto robusto…Sin embargo el verdadero valor reside en su historia, una historia es capaz de aplacar un corazón afligido, enternecer la más dura expresión e incluso posee uno de los dones más poderosos que no es otro que el de tornar algo, a primera vista, sin valor en uno de los mayores tesoros por descubrir.
Pues bien, tu eres mueble y carpintero, piedra y escultor, papel y escritor, pero tienes que encontrar la historia de tu identidad, tienes que encontrar el motivo que hará que las negativas de tu alrededor se transformen en tirones y brazos abiertos, o quizás ya la has encontrado y de paso te has encontrado a ti…
LEOPARDO FRÍO
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