“Diecinueve minutos es el tiempo que tardas en cortar el césped del jardín de delante de tu casa, en teñirte el pelo, en ver un tercio de un partido de hockey sobre hielo. Diecinueve minutos es lo que tardas en hacer unos bollos en el horno, o el tiempo que tarda el dentista en empastarte una muela; o el que tardarías en doblar la ropa de una familia de cinco miembros.
En diecinueve minutos se agotaron las entradas para ver a los Tennessee Titans en los playoff. Es lo que dura un episodio de una comedia televisiva, descontando los anuncios. Es lo que se tarda en ir en coche desde la frontera del Estado de Vermont hasta la ciudad de Sterling, en New Hampshire.
En diecinueve minutos puedes pedir una pizza y que te la traigan. Te da tiempo a leerle un cuento a un niño, o a que te cambien el aceite del coche. Puedes recorrer un kilómetro y medio caminando. O coser un dobladillo.
En diecinueve minutos, puedes hacer que el mundo se detenga, o bajarte de él.
En diecinueve minutos, puedes llevar a cabo tu venganza.”
Este fragmento pertenece al prólogo del libro “Diecinueve minutos” de Jodi Picoult. Lo leí por primera vez en 2009 y lo he releído unas cuantas veces. Es un libro que recomiendo leer y si es más de una vez, mucho mejor. En realidad cualquier obra de Picoult marcará un antes y un después en vuestra vida.
Diecinueve minutos pueden ser mucho tiempo. O poco. Pueden ser los suficientes para que tu vida cambie. Diecinueve minutos es el tiempo que duró ese momento que hizo que te replantearas todos o parte de tus principios. Y ahora mismo no has podido evitar pensar en ellos.
Todos, en algún momento de nuestra vida hemos tenido una experiencia que, aunque pensáramos que no trascendería, marcó un antes y un después. Ha sido el punto de partida de una nueva etapa. Pudo ser buena o mala. Pudo ser para bien o para mal.
Esta entrada va dedicada a esos “diecinueve minutos”. Fueron importantes en nuestra vida, pero yo me pregunto: ¿fueron importantes de verdad o les dimos demasiada importancia? o, ¿qué hubiese pasado en nuestra vida sin esos “diecinueve minutos”?
Mi encuentro en un portal duró diecinueve minutos y en cambio todo lo que ocurrió a continuación se multiplicó de forma escandalosa, alargándose y que aún sigo sin comprender como se me pudo escapar tanto de las manos.
¿Cuánto tiempo podemos dedicarle a ese momento? ¿Realmente merece la pena? ¿Cómo se puede controlar? Después de intentar responder a estas preguntas siempre llego a la misma conclusión: pasase lo que pasase sólo tenemos dos opciones: que sea un buen recuerdo o que sea una gran lección. De nosotros depende qué filtro queramos ponerle.
Me gustaría que todos dedicaseis unos minutos (diecinueve quizás sean demasiados ;D) a reflexionar sobre ese momento, de qué modo influyó en vosotros y por supuesto, sois libres de compartirlo si queréis. Puede que os deis cuenta de que tenéis varios “diecinueve minutos” guardados y que mientras unos os traen buenos recuerdos, otros son más desagradables. ¿Se compensan? ¿Merecieron la pena?
Estoy segura de que, de una forma u otra, ahora somos como somos gracias a ellos.
PANTERA EXPECTANTE
0 comentarios:
Publicar un comentario