Todavía recuerdo aquella sensación. La verdad es que no creo que pueda olvidarla… Es difícil de describir, aunque lo intentaré: se trataba de una extraña mezcla de calma, serenidad y seguridad, con una cierta dosis de nerviosismo y alguna que otra hormiga en el estómago.
Siempre que me sentía así, y como no podía ser de otra manera, estaba en un gran espacio abierto, a oscuras, esperando. El suelo solía ser de madera y, a pesar de la ausencia de luz, podía distinguir en la penumbra a mis pocos compañeros. Yo solía aguardar de pie, aunque algunos preferían sentarse o dar un pequeño paseo. En cualquier caso, casi nadie hablaba. Nos rodeaba un agradable silencio que solo se rompía cuando alguien susurraba una palabra de ánimo a otra persona, normalmente acompañada por una ligera palmada en la espalda.
En aquellos maravillosos instantes, solía pensar que estábamos a punto de comernos el mundo, y sonreía mientras repasaba en mi cabeza el guion que teníamos que seguir. Sin embargo, aquella situación nunca se alargaba demasiado…y tras recibir una señal por megafonía, nos preparábamos para el momento en el que el telón subía y los focos se encendían. Entonces, comenzaba la función.
Como habréis podido comprobar, recuerdo con especial cariño el breve periodo de mi vida en el que me dediqué al teatro en mis ratos libres. La verdad es que me gustaba meterme en la piel de los personajes; aprender a pensar como se suponía que tenían que pensar ellos, y mostrar sus sentimientos a través de mis acciones. Por ejemplo, en mi primer papel, fui un cazador de zapatos. Sí, ya sé que suena ridículo, pero fue divertido. Básicamente, escondía mi calzado entre el público y luego correteaba por toda la sala alardeando de la presa que había capturado. Disfrutaba mucho con todo aquello.
Sin embargo, nunca pensé en dedicarme profesionalmente al teatro. Entrecerré aquella puerta, dejando únicamente un pequeño resquicio abierto para el futuro. Ahora me encuentro rodeado de apuntes con ecuaciones y enrevesadas explicaciones de fenómenos físicos, aunque no me arrepiento para nada de mi decisión. Y bueno, en estos últimos años he hecho algún que otro pinito en aquel mundillo que dejé atrás, aunque bien es cierto que no tantos como me hubiera gustado.
La cuestión es que creo que es un tanto difícil encontrar algo en la vida que realmente te llene. Puede que fuera mi caso con el teatro, aunque tal vez nunca llegue a saberlo. Lo que quería transmitir con esta entrada es justamente eso: si sentís que habéis encontrado vuestra vocación, algo que se os da bien y con lo que disfrutáis al máximo, no lo dejéis de lado. Haced todo lo posible por superar las dificultades que aparezcan en vuestro camino si creéis que habéis encontrado aquello a lo que debéis dedicaros, o luego lo recordaréis con nostalgia.
RATÓN COMPROMETIDO