Este término lo acuñó el indólogo británico. Gavin D. Flood, a partir del fenómeno de la popularización de este delicioso alimento. La pizza original era un pan al horno caliente que fue exportado desde Italia a América por los inmigrantes italianos. Tras adornar la receta con ingredientes diversos se hizo famosa en América. Volvió a su patria original, donde se convirtió en plato nacional y la procedencia que todos le atribuimos.
Es decir, a partir de la popularización en un país o cultura extranjera se da a conocer un producto o unas ideas.
Otro ejemplo más cercano a nosotros es el de la sidra: en el s. XIX la expansión por los mercados nacionales e internacionales dio a conocer el producto fuera de Asturias provocando la fuerte vinculación entre el nombre de “Asturias” y el de “Sidra”.
Esto me hace plantearme hasta qué punto es necesario que algo tenga que salir de su entorno original para que se reconozca su valor. ¿Realmente es necesario? Efectivamente, a veces esto es así como he ilustrado en los ejemplos anteriores.
Pero es cierto que otras veces, una vez que los productos y las ideas han salido, no vuelven o no son aceptadas en su lugar de origen. Esto ocurrió con Sixto Rodríguez, músico y compositor estadounidense que tuvo que renunciar a su carrera después de fracasar en su intento de hacerse un nombre en la escena musical estadounidense. Sin embargo, a pesar de ser relativamente desconocido en su país natal, a mediados de los años 70 sus álbumes comenzaron a ser muy difundidos en países como Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia.
Con esto, lo que quiero mostrar es que, en muchas ocasiones no controlamos o no podemos controlar que un producto, o un hecho lleguen a ser conocidos. O cuales son las motivaciones que llevan a ello. ¿Originalidad? ¿Azar? ¿El lugar y el momento adecuado?
Ahí lo dejo.
PANTERA EXPECTANTE