Las musas (en griego, μοῦσαι mousai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones más modernas, divinidades encargadas de la poesía, las artes y las ciencias. El número varía, pero la tradición habla de nueve. Su origen está relacionado con los ríos y las fuentes y la versión más popular, formulada por Hesíodo, es que fueron engendradas por Zeus, rey del Olimpo y Mnemósine, diosa de la memoria, en nueve noches seguidas.
Las musas representan el mito de la inspiración. Se dice que bajan a la Tierra y buscan a los hombres cuya inspiración han de alimentar y que al oír sus voces las toman como ideas y pensamientos propios, de los que ellos mismos son a veces los primeros en sorprenderse. Otra de sus cualidades era su poder profético porque tenían una relación estrecha con Apolo, el dios profético de Delfos. Y por supuesto, se las consideraba virginales (aunque según qué fuentes, pueden encontrarse descendientes de algunas de ellas).
Las musas representan el mito de la inspiración. Se dice que bajan a la Tierra y buscan a los hombres cuya inspiración han de alimentar y que al oír sus voces las toman como ideas y pensamientos propios, de los que ellos mismos son a veces los primeros en sorprenderse. Otra de sus cualidades era su poder profético porque tenían una relación estrecha con Apolo, el dios profético de Delfos. Y por supuesto, se las consideraba virginales (aunque según qué fuentes, pueden encontrarse descendientes de algunas de ellas).
¿Quién no quedaría cautivado ante tal despliegue de medios? De ahí que fueran invocadas con sincera devoción por poetas para que les otorgasen el don del canto y la elegancia en la recitación.