viernes, 29 de marzo de 2013

¿Y si el Sol fuera una pelota de playa?

Puede que en algún momento de vuestra vida hayáis estudiado física. Tal vez os gustara, o tal vez no, eso no importa. De lo que si estoy seguro es de que os han enseñado los planetas que forman el Sistema Solar: Todos nos los hemos aprendido de carrerilla: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y… ¿Plutón?



Técnicamente, deberíamos suprimir a Plutón de esta lista, ya que a día de hoy es considerado como un planeta enano. Eso quiere decir que órbita alrededor del Sol, es más o menos esférico, pero sin embargo no cumple el tercer requisito necesario para ser un planeta: no ha barrido su zona de influencia. Eso quiere decir que no tiene la masa suficiente como para “limpiar” adecuadamente toda la materia que pueda encontrarse a lo largo de su órbita elíptica: desde polvo hasta pequeños asteroides.

Sin embargo, mi propósito era hablaros de una experiencia que viví hace poco y que me pareció sumamente interesante: en física es muy común hacer suposiciones del tipo: “Consideremos una vaca esférica en el vacío”; pues bien, la pregunta que se me planteó en esta ocasión fue: “¿Y si suponemos que el Sol tiene las dimensiones de una pelota de playa situada en el centro de la plaza mayor de Valladolid?”

Os parecerá peculiar, pero eso fue lo que hice junto con un grupo de compañeros de la universidad. Básicamente, representamos el sistema solar con una escala de aproximadamente 1 : 4.000.000.000 sobre las calles de nuestra ciudad. Esto me sirvió para darme cuenta de que somos incapaces de imaginar el orden de magnitud de las distancias interplanetarias, y de la inmensidad de la galaxia en la que vivimos, la Vía Láctea. Y es que somos una pequeña mota de polvo perdida en algún rincón del universo.

¿Qué dimensiones creéis que tenía nuestro planeta, la Tierra, en la escala que utilizamos? ¿Y a qué distancia estaba de nuestra pelota de playa? Pues bien, sin necesidad de salir de la Plaza Mayor, encontramos la Tierra (representada por la cabeza de un alfiler grande) posicionada a tan solo 37,5 metros del Sol.

Y así seguimos nuestro periplo, deteniéndonos cada vez que encontrábamos un planeta: no daré todas las cifras, pero para que os hagáis una idea, Júpiter (el más grande del Sistema Solar) era una pelota de ping pong situada a 201 metros de la pelota de playa. Más adelante, Urano venía representado por una canica. Cuando la encontramos, habíamos caminado 751,4 metros.

De esta manera nos adentramos en el Cinturón de Kuiper, una zona más allá de Neptuno en la que la densidad de materia disminuye considerablemente. Allí visitamos unos cuantos planetas enanos.

A partir de este momento, los planetas dejan de estar en el mismo plano y el Sistema Solar empieza a curvarse: es el inicio de la Nube de Oort. Y es que el sistema en el que vivimos está inmerso en esta especie de burbuja, que lo engloba completamente.

En nuestra escala, la Nube de Oort comenzaría en el límite de la frontera de la provincia de Burgos con la de Valladolid y su grosor se extendería hasta algún punto de la frontera de Alemania y Dinamarca. Allí se encuentra el fin del Sistema Solar; es decir, si situáramos un nuevo planeta en ese punto, su posición no se vería perturbada por la atracción gravitatoria de la pelota de playa situada en la Plaza Mayor de Valladolid.

Podemos ir más lejos: la estrella más cercana al Sol es Próxima Centauri, que en nuestra escala estaría sobre Nueva York. Pero, ¿por qué no ir más allá?

Andrómeda es la galaxia más cercana a la Vía Láctea… ¿seríais capaces de adivinar donde se encuentra, tomando una escala 1 : 4.000.000.000? La respuesta es más que sorprendente: más o menos a la altura del Neptuno real, cuya distancia a la Tierra es de aproximadamente 4.500.000.000 km (0,000475 años luz).

Como dije al principio, tales distancias escapan al entendimiento del ser humano.  La próxima vez que os tumbéis para observar las estrellas en una noche de verano pensad en esto: esos dos puntitos luminosos que parecen tan cercanos entre si están separados, como mínimo, por una distancia de 4 años luz. Es decir: alrededor de 37.840.000.000.000 km. Asombroso, pero cierto.

RATÓN COMPROMETIDO


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