martes, 18 de junio de 2013

Paisajes de un lugar llamado mundo


Seguro que más de una vez os han mandado algún correo con unas fotos de atardeceres impresionantes, bosques encantados, montañas inexpugnables, lagos de cuento o costas de infarto. Miramos esas fotos con dulzura, apreciamos sus detalles, añoramos su inocencia, nos enamoramos de su color y tres segundos después, ¡clic!, siguiente foto.



Eso es lo que dura la imagen en nuestra retina, tres segundos. Tan pronto nos encandila como nos hemos olvidado de ella. Quizás, si tenemos un día sensible o si realmente una imagen nos llega al corazón, la guardamos y la ponemos de fondo de escritorio. Esa cosa que nos gusta tanto y que vemos casi todos los días.

A mi también me gustan y me encandilan. Pero me gusta más vivirlas. Y para vivirlas no hace falta irse a Islandia ni a Bora Bora (aunque obviamente allí es más fácil :P ), basta con apreciar esos instantes de belleza que ocurren diariamente a nuestro alrededor. 


Hay 365 atardeceres y 365 amaneceres al año. ¡Y a veces incluso alguno más!, solo tenemos que olvidar nuestro estrés, nuestras prisas y obligaciones diez minutos y sentarnos en la hierba para apreciar lo bonito que es el comienzo o el final del día. O esos días en los que sales de excursión con la familia o amigos al campo ¿por qué no dejamos de mirar donde pisamos y nos fijamos en la naturaleza que nos rodea? Nos encontraremos con la bondad de las flores en primavera o con la refrescante sombra de un tortuoso y centenario árbol o con paisajes de valles enteros, que de verlos en imágenes se nos cortaría la respiración, pero que cuando físicamente estamos allí, solo pensamos en buscar una piedra para descansar, hacer las dos fotos de turno, y otra vez para abajo. ¡Incluso los caminos en sí tienen su encanto!



Yo me pregunto, ¿tanto nos cuesta sentarnos y estar relajados, diez minutos observando lo que tenemos, los sorprendentes colores del alba, la magia de la niebla acariciando las montañas, escuchar el sonido de una cascada, el susurrar del viento o el ritmo de las olas del mar, y sentirnos en paz con nosotros mismos y en armonía con la naturaleza?.


HALCÓN CURIOSO

1 comentarios:

León Confiado dijo...

Buah, esta entrada me ha llegado.

Recuerdo haber gastado 20 minutos de una ponencia tratando de explicar esto mismo... y como en los scouts queremos educar esa sensibilidad ante la naturaleza a través de la experiencia desde muy pequeños.
Ojalá hubiera tenido esta entrada entonces... con leerla hubiera bastado y hubiera tenido 15 minutos de sobra para ponerla en práctica.

¡Me ha encantado Halcón!

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